Cada vez, son más los fotógrafos indignados, ante el caótico
nivel de los reportajes que realizan muchos colegas. Algo que provoca además el
hartazgo de sus clientes. Veremos
tres maneras de enfocar un reportaje de bodas que pueda ser de interés.
Inspiración en el fotoperiodismo.
Cada vez son más numerosos, los que hacen reportajes de bodas
como si se tratase de un proyecto periodístico. Dentro de esa corriente en nuestro
país destaca Alberto Ballbé. Las
fotos, siempre las realiza como norma en blanco y negro que recuerda a los iniciadores
de la mítica Agencia Magnum, son
fotos que huyen de lo cursi.
Documentales con
aire de ‘making off’.
Aún existe algo más
terrible, que un álbum de boda desastroso: un vídeo de boda igual. En la
productora Feel and Film intentan
no ocultar nada de lo que ocurre y exponen con un estilo documental todo lo que
rodea al enlace. Un buen ejemplo, fue un trabajo en el que una pareja de recién casados
tropezó con la sorpresa de toparse con una manifestación de indignados en plena
ceremonia. En lugar de darles la espalda a los que se manifestaban, decidieron
integrarlos en el montaje.
Un tratamiento
artístico.
Son poquísimos, los que tienen la capacidad de hacer algo de verdad
interesante, mezclando los símbolos boda y arte. Pues el fotografo estadounidense Sean
Flanigan es uno de ellos. Sus
reportajes se diferencian, por una utilización inteligente del blanco y negro, en el que predominan
los grises medios; realiza un tratamiento muy personal del color, escapa de los
tonos chillones; usa encuadres que se salen de lo normal; y es capaz
de hacer cosas, como convertir una escena en la que la luz juega en su contra, en algo realmente de interés.
Fuente: christian roselló